Los [D]ioses del caso Akerman
El
debate nacional acerca de la adopción homoparental en Colombia, que no fue
cerrado por la Corte Constitucional, dejó una víctima más: el periodista Yohir
Akerman.
Él,
columnista de un periódico conservador y confesional, en ejercicio de su libertad
de prensa escribió en contra del deplorable concepto que la (sic) Universidad
de La Sabana emitió oponiéndose a que los homosexuales adoptaran niños por
considerar que eran “enfermos”. En ella Akerman cita varios pasajes de la
biblia relacionados con “la virginidad, la desobediencia de los hijos, o la
esclavitud” (todos ellos del antiguo testamento). Lo hizo para demostrar que de
seguir hoy día a pie juntillas los dogmas de la biblia se incurriría en
aberraciones. Su conclusión fue una: en esos temas como en el del homosexualismo
“dios” –sí, lo escribió en minúscula– estaba equivocado.
Reprocho
la expulsión de Akerman y aplaudo que sea recibido por El Espectador, pero debo
hacer una aclaración a esa columna: en la biblia no hay un único Dios.
No
soy un experto en teología, pero con leer pasajes de la Biblia se observa que
hay dos Dioses: uno el del antiguo testamento y otro el del nuevo testamento.
El
Dios del antiguo testamento es un ser caprichoso, vengativo, castigador, sanguinario;
es el “papá que nos tocó”. Por el contrario, el Dios del nuevo testamento es un
ser de luz, de amor, que es misericordioso, comprensivo y bondadoso; es un Dios
de amor. Sin duda es "el papá que todo mundo quiere tener".
¿Quién
promovió esa mutación? Fue Jesús de Nazareth, quien antes de cambiar al mundo,
primero generó una evolución en la comprensión de su padre.
Pero
desde que Constantino se soñó con Cristo antes de la Batalla del Puente Milvio,
el hombre occidental se ha empeñado en destruir ese Dios amoroso y ha planteado
otro que es inquisidor, excluyente, de odio, cercano al del antiguo testamento.
Un
amigo me recordaba la acertada valoración de Maquiavelo: “Dios debe ser temido
antes que amado”.
Por
esto he dejado de ir a misa. Y no, no soy una especie de luterano que cree que
puede establecer una relación con Dios sin que medie la iglesia; creo que amar
es más importante que orar, como lo ensañaba el padre Camilo Torres Restrepo.
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