Mi 9/11 de 2001
Ciertos
eventos de mi vida puedo recordarlos con inusitados detalles. Lo que pasó el 09
de septiembre de 2001 es uno de ellos. Tengo presente que esa fecha fue un
martes, a razón que era un día en donde tenía rotación de taller. Eso es fácil
de recordar para mí porque por una extraña razón durante los seis años que
estudié en el tecnológico siempre tuve taller el día martes.
Para
esa época yo estaba viendo la rotación de fundición. No tengo presente el
nombre de mi profesor, pero era alto, de tez blanca, ojos claros y tenía algún
problema en la espalda que lo incapacitó ese día. No tener clase en el
tecnológico era una oportunidad para jugar fútbol, pero también un problema
para las directivas.
Por
esto “lobomen” decidió enviarnos a nuestras
casas. Recuerdo que nos pidió dos tintos y una lista con los nombres de los 21
estudiantes que no teníamos clase (6-4, mi salón, tenía 42, pero para ver los
talleres se dividía en dos grupos). La vaca para el tinto exigió aportes de 50
pesos por estudiante; y al llenar la lista decidimos que nuestros nombres
debían acompañarse con cuatro apellidos: sí los dos que aparecían en nuestras
listas junto con los de nuestros abuelos y abuelas maternas. El caso es que a “lobomen”
no le dio mucha gracia, pero aún ese papel le sirvió para mandarlo a la
portería a fin de permitir nuestro egreso.
Tal
vez muchos se fueron a jugar en las numerosas salas de maquinitas que en ese entonces
existían en el Barrio La Universidad. Decidí irme de una vez para mi casa.
Durante el recorrido no escuché por la radio del bus alguna noticia sobre lo
que pasaba en Nueva York.
En
mi mente está muy bien grabada la imagen que vi desde la sala del segundo piso
de la casa de mi abuela hacia su televisor ubicado sobre la cómoda: eran las torres
gemelas en llamas. En ese momento, las historias de todos nosotros se unieron.
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