domingo, julio 12, 2015

EL VALOR DEMOCRÁTICO DE LA SALIDA (ANTICIPADA) DE ORDOÑEZ

Alejandro Ordoñez siente pasos de animal grande. La demanda electoral que se sigue en contra de su elección está por resolverse, y no a su favor. Sus alfiles en el Consejo de Estado, que tanto han empantanado el proceso judicial van de salida, como el caso de Marco Antonio Velilla.
En una reciente entrevista con Juan Roberto Vargas, Director de Caracol Noticias, el Procurador Ordoñez se mostró delirante. Denunció un supuesto “acuerdo no escrito” entre el Gobierno Nacional y la guerrilla de las FARC para sacarlo del ente de control parapetados en una demanda presentada, entre otros, por Rodrigo Uprimny, hijo de un austrohúngaro pseudofacista, de aquellos que sostenían que “detrás de los liberales vienen los comunistas”.
Al preguntarle por las pruebas que sustentaban tamaña afirmación, Ordoñez se mostró fastidiado y a la defensiva. Para él eso no “requiere de mayor esfuerzo dialéctico”, pues Gobierno y FARC “son los beneficiarios” de su salida. La referencia a una revelación divina, que le anunciara esa mala nueva, hubiese sido más creíble.
Pues bien, creo que la salida anticipada de Alejandro Ordoñez del cargo de Procurador General de la Nación –su período se cumple el 31 de diciembre de 2016– mediando una decisión del Tribunal Supremo de lo Contencioso-Administrativo del país, trae tres aspectos positivos para la malograda democracia colombiana.
El primero es el castigo a aquella mala práctica de algunos servidores públicos de utilizar el poder institucional para obtener beneficios personales. En particular la postulación y elección de Ordoñez para su segundo período como Procurador se dio a instancia de votos de Magistrados y Congresistas que tienen familiares trabajando en la Procuraduría gracias a Ordoñez.
Las elecciones así sean corporativas, valen en una democracia por su transparencia.
Los otros dos se relacionan con la importancia y oportunidad de debatir las posturas defendidas desde la Procuraduría por Alejandro Ordoñez en escenarios democrático-electorales
A muchos Alejandro Ordoñez nos parece una persona medieval, sectaria y fanática –por utilizar términos decentes– (eso sí, no llega al nivel de hombre providencial como Álvaro Uribe). Sin embargo, no puede negarse que él es altamente coherente con lo que piensa –aunque es selectivo a la hora de ejercer la potestad disciplinaria– y en el tema de la paz, que es por el que según él lo quieren crucifica, asume posturas perfectamente posibles que coinciden con el de muchos colombianos. No hay que olvidar que las mismas fueron bandera estatal durante los ocho años del Gobierno Uribe.
Las ideas de Alejandro Ordoñez –no digo todas, pues algunas están en terreno de lo no decidible por las mayorías– deben ser parte del juego democrático, para en el mejor de los casos ser derrotadas. Alejandro Ordoñez es un hombre católico y opuesto al proceso de paz. Es lo que tiene que ofrecer en un debate democrático. Fuera de la Procuraduría no podría cortar camino para vencer sin convencer, y hacer creer que sus posturas son expresión de una institucionalidad y credo religioso.
Una salida de Ordoñez de la Procuraduría, no cortaría su voz crítica. Por el contrario, podría ser contrastada en escenarios democrático-electorales, debatida y controvertida bien sea en una campaña al Senado o inclusive a la Presidencia de la República. La voz de Ordoñez estaría en su escenario natural: la política electoral.
Durante su ejercicio como Procurador General, Ordoñez ha manipulado las normas jurídicas para revestir sus convicciones de coerción jurídica. Ha vendido sus criterios como verdad revelada por el Derecho, y ha utilizado su postura institucional para fustigar su cumplimiento. Poner a Ordoñez en el escenario que le corresponde, conlleva a excluirlo de uno que le es extraño: la institucionalidad.
Hace muchos años Alfonso López Pumarejo al inicio de su Presidencia sostenía que los colombianos tenían que poder participar en política sin encontrar como contrincante a un ministro del culto religioso aprendido de sus mayores.
Parafraseando a López Pumarejo, la salida de Alejandro Ordoñez valdría para la democracia colombiana en cuanto a que sus contradictores no tendrán temor de enfrentarse a un inquisidor cuasi-omnipresente, que ha desempeñado su cargo público como vía de su plan político

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