jueves, junio 18, 2015

ZAFFARONI, LA FÓRMULA RADBRUCH Y LA FIDELIDAD DE LOS JUECES A LA JUSTICIA

Ha saltado a los primeros planos noticiosos de la región la elección del abogado ecuatoriano Patricio Pazmiño como Juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Se trata de un Magistrado que por ocho años ha ejercido la Presidencia de la Corte Constitucional de su país, siempre bajo la jefatura de Rafael Correa, uno de los gobernantes de la región que más hostiga la libertad de prensa; que además le ha dado la espalda a las actuaciones de la Comisión Interamericana, y que desde hace tiempo quiere quitarle fuerzas al Sistema Interamericano de Derechos Humanos.
Pazmiño, cuya elección responde a un intenso lobby de Correa, señaló que las críticas a su elección eran una expresión de la ignorancia jurídica. Recordó que por reglamento, ningún Juez de la Corte Interamericana puede intervenir en los casos en los que están involucrados los Estados de los que son nacionales. No repara que desde su importante posición puede manipular los derechos de los habitantes de los demás países vinculados al sistema. Ha sido laxo con los despropósitos de Correa, lo que no indica un seguro porvenir.
Zaffaroni: el académico
Sin embargo, vale la pena destacar el nombramiento de otro Juez Interamericano que ha sido recogido por un menor número de medios de comunicación. Se trata de Eugenio Raúl Zaffaroni, argentino, penalista como pocos, con una trayectoria académica de envidiar como lo atestiguan los cerca de treinta doctorados honoris causa que ha recibido a lo largo de su vida.
La obra bibliográfica de Zaffaroni es I.M.P.R.E.S.I.O.N.A.N.T.E.: ha sido autor o coautor a 37 libros y de más de dos centenas y media de artículos en diversas materias jurídicas, especialmente en Derecho penal y Derecho penal internacional, ha traducido al español una decena de textos jurídicos, y ha impartido más de cuatrocientas conferencias (son datos hasta 2012).
Zaffaroni: Juez penal en las dictaduras
Pese a tan excelente currículo académico, Zaffaroni tiene una mancha en su vida que no puede ocultar: se vinculó al poder judicial bajo la dictadura del General Alejandro Agustín Lanusse como Juez penal, y se mantuvo en su oficio durante el “Proceso de Reorganización Nacional” iniciado por el tristemente célebre Jorge Rafael Videla.
En 1999 Zaffaroni fue incluido por la Asociación Civil Abuelas de Plaza de Mayo en una lista de 437 jueces que fueron cómplices del autoritarismo. Le reclaman que “Jamás firmó un habeas corpus que hubiese permitido salvar una vida durante la Dictadura Militar”.
Durante la dictadura escribió sobre dogmática de Derecho penal-militar, que se aplicaba a particulares, y no justificaba ni explicaba los rechazos de los hábeas corpus de los presos políticos. Se ha documentado el caso de una estudiante de 23 años detenida en 1976, sobre quien Zaffaroni resolvió “rechazar el presente recurso de Habeas Corpus número 362 interpuesto a favor de Alicia Lisso, sin costas. Notifíquese”De ella nunca más se volvió a saber, y sus restos óseos fueron entregados a sus familiares en 2011.
Zaffaroni: el arrepentido
En 2015 nuevamente se le ha recordado a Zaffaroni su pasado, y sus críticos han rechazado su nombramiento en la Corte Interamericana. Él con anterioridad ha expresado un sincero arrepentimientomás por lo que no hizo que por lo que sí hizo en esas épocas aciagas de Latinoamérica. 
La fórmula Radbruch
El caso de Zaffaroni, recuerda un debate que los alemanes tuvieron que dar dos veces en el siglo XX, y que los colombianos ni siquiera tenemos en nuestra agenda: el juzgamiento de las autoridades públicas de los regímenes autoritarios. Este asunto tiene un importante componente jurídico: todos los vejámenes de aquellos gobiernos están revestidos de legalidad. Todos los atropellos de los Estados de sitio, estuvieron respaldados por la Constitución de 1886.
De Gustav Radbruch hay mucho por aprender. Él, filósofo del Derecho alemán, fue expulsado de todo ámbito gubernamental y académico durante cerca de 14 años. Ministro de Justicia de un Gobierno socialista durante un período de la República de Weimar, era demócrata, positivista y para su suerte un no judío, lo que permitió no ser asesinado durante el régimen nazi.
Luego de la segunda guerra mundial, salió de las tinieblas con mucho que decir y lo hizo en un pequeño pero grandioso texto titulado “Arbitrariedad legal y derecho supralegal”. Reconoció que muy a su pesar que el positivismo jurídico “no reúne condiciones de fundar con sus propias fuerzas la validez de las leyes”. En su criterio la justicia no puede ser ajena al Derecho, de tal suerte que si “la contradicción entre la ley 'positiva y la justicia alcanza una medida tan insoportable que la ley debe ceder como 'Derecho injusto' ante la justicia”. Es su fórmula: el absurdo moral no es Derecho.
Si una norma jurídica incurre en el absurdo moral “no les debe el pueblo ninguna obediencia y deben, también los juristas, encontrar el valor para negarles el carácter jurídico”.
Esta fórmula serviría años después para juzgar a los militares que desde el lado oriental del muro de Berlín asesinaron a quienes intentaban llegar a Alemania Federal.
La fidelidad de los jueces a la justicia
Lo anterior plantea como inquietud ¿qué hacer con los jueces de los regímenes totalitarios, que aplicaron Derecho injusto?
Recuérdese que los juicios de Núremberg no se limitaron a las principales figuras del Partido Nazi y de las SS. En total fueron doce juicios en los que se procesaron a una pluralidad de autoridades vinculadas al régimen Nazi. Estos fueron adelantados por Cortes militares norteamericanas.
El “juicio de los jueces”, uno de ellos, encaró a 16 abogados, entre los que se encontraban algunos miembros del Volksgerichtshof o Tribunal del pueblo, órgano nazi judicial encargado de sancionar la comisión de delitos políticos. No pudo ser juzgado en Núremberg, el más desquiciado de sus miembros: Roland Freislermuerto en un bombardeo norteamericano en febrero de 1945. Su deceso salvó la vida del último de sus procesados, Fabian con Schlabrendorff que llegaria a ser años después Juez del Tribunal Constitucional Federal de Alemania.
Radbruch atribuyó a la judicatura la vanguardia de la resistencia frente al Derecho injusto, debido a que “el ethos del juez debe estar dirigido al logro de la justicia a cualquier precio, aún el de la propia vida”. Zaffaroni, juez penal durante dos dictaduras argentinas, está muy lejos de ese estándar, así como de Freisler. Pero fue parte de un engranaje estatal que desaparecía personas, y en el caso de Alicia Lisso cumplió su función de asegurarle al régimen la potestad sobre su vida. Al final la dictadura decidió y dispuso su muerte. 
Zaffarani fue un hombre de su tiempo, ¿tiene alguna posibilidad de redención? Desde luego que sí, es una ventaja de vivir en democracia. Ella otorga una gran cantidad de posibilidades positivas, a tal punto que trae menos consecuencias gravosas serle infiel a la democracia, que al totalitarismo. Un ejemplo lo constituye, el juicio de los jueces en el que no se profirió ninguna condena a muerte.
Zaffaroni tiene derecho como persona y como abogado a liberarse de su pasado, pero dicha labor no la puede ejercer desde la Corte Interamericana, baluarte de la democracia en la región. Ser uno de sus Jueces implica una dignidad que sólo puede ser ejercida por hombres intachables, de una sola pieza, lo que Zaffaroni no ha sido en su vida.
Como punto final, considero que la aceptación por parte de Zaffaroni de ese nombramiento se enlaza a una serie de contradicciones frente a las dictaduras del cono sur, como la legitimación que les dio la OEA al no expulsarlas, o el reconocimiento dado por la FIFA a Videla, quien organizó el Mundial de fútbol de 1978.

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