ZAFFARONI, LA FÓRMULA RADBRUCH Y LA FIDELIDAD DE LOS JUECES A LA JUSTICIA
Ha saltado a los
primeros planos noticiosos de la región la elección del abogado ecuatoriano Patricio
Pazmiño como Juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Se trata de un
Magistrado que por ocho años ha ejercido la Presidencia de la Corte
Constitucional de su país, siempre bajo la jefatura de Rafael Correa, uno de
los gobernantes de la región que más hostiga la libertad de prensa; que además le
ha dado la espalda a las actuaciones de la Comisión Interamericana, y que desde
hace tiempo quiere quitarle fuerzas al Sistema Interamericano de Derechos
Humanos.
Pazmiño, cuya elección
responde a un intenso lobby de Correa, señaló que las críticas a su elección
eran una expresión de la ignorancia jurídica. Recordó que por reglamento,
ningún Juez de la Corte Interamericana puede intervenir en los casos en los que
están involucrados los Estados de los que son nacionales. No repara que desde
su importante posición puede manipular los derechos de los habitantes de los
demás países vinculados al sistema. Ha sido laxo con los despropósitos de
Correa, lo que no indica un seguro porvenir.
Zaffaroni:
el académico
Sin embargo, vale la
pena destacar el nombramiento de otro Juez Interamericano que ha sido recogido
por un menor número de medios de comunicación. Se trata de Eugenio Raúl
Zaffaroni, argentino, penalista como pocos, con una trayectoria académica de
envidiar como lo atestiguan los cerca de treinta doctorados honoris causa que
ha recibido a lo largo de su vida.
La obra bibliográfica
de Zaffaroni es I.M.P.R.E.S.I.O.N.A.N.T.E.: ha sido autor o coautor a 37 libros
y de más de dos centenas y media de artículos en diversas materias jurídicas,
especialmente en Derecho penal y Derecho penal internacional, ha traducido al
español una decena de textos jurídicos, y ha impartido más de cuatrocientas
conferencias (son datos hasta 2012).
Zaffaroni:
Juez penal en las dictaduras
Pese a tan excelente
currículo académico, Zaffaroni tiene una mancha en su vida que no puede
ocultar: se vinculó al poder judicial bajo la dictadura del General Alejandro
Agustín Lanusse como Juez penal, y se mantuvo en su oficio durante el “Proceso
de Reorganización Nacional” iniciado por el tristemente célebre Jorge Rafael
Videla.
En 1999 Zaffaroni fue
incluido por la Asociación Civil Abuelas de Plaza de Mayo en una lista de 437
jueces que fueron cómplices del autoritarismo. Le reclaman que “Jamás firmó un
habeas corpus que hubiese permitido salvar una vida durante la Dictadura
Militar”.
Durante la dictadura escribió sobre dogmática de Derecho penal-militar,
que se aplicaba a particulares, y no justificaba ni explicaba los rechazos de
los hábeas corpus de los presos políticos. Se ha documentado el caso de una
estudiante de 23 años detenida en 1976, sobre quien Zaffaroni resolvió “rechazar el presente recurso de Habeas Corpus número 362 interpuesto a favor de Alicia Lisso, sin costas. Notifíquese”. De ella nunca más se
volvió a saber, y sus restos óseos fueron entregados a sus familiares en 2011.
Zaffaroni:
el arrepentido
En 2015 nuevamente se
le ha recordado a Zaffaroni su pasado, y sus críticos han rechazado su
nombramiento en la Corte Interamericana. Él con anterioridad ha expresado un sincero arrepentimiento, más por lo que no hizo que por lo que sí hizo en esas épocas aciagas de
Latinoamérica.
La
fórmula Radbruch
El caso de Zaffaroni, recuerda
un debate que los alemanes tuvieron que dar dos veces en el siglo XX, y que los
colombianos ni siquiera tenemos en nuestra agenda: el juzgamiento de las
autoridades públicas de los regímenes autoritarios. Este asunto tiene un
importante componente jurídico: todos los vejámenes de aquellos gobiernos están
revestidos de legalidad. Todos los atropellos de los Estados de sitio,
estuvieron respaldados por la Constitución de 1886.
De Gustav Radbruch hay
mucho por aprender. Él, filósofo del Derecho alemán, fue expulsado de todo
ámbito gubernamental y académico durante cerca de 14 años. Ministro de Justicia
de un Gobierno socialista durante un período de la República de Weimar, era
demócrata, positivista y para su suerte un no judío, lo que permitió no ser asesinado
durante el régimen nazi.
Luego de la segunda
guerra mundial, salió de las tinieblas con mucho que decir y lo hizo en un
pequeño pero grandioso texto titulado “Arbitrariedad legal y derecho supralegal”.
Reconoció que muy a su pesar que el positivismo jurídico “no reúne condiciones
de fundar con sus propias fuerzas la validez de las leyes”. En su criterio la
justicia no puede ser ajena al Derecho, de tal suerte que si “la contradicción entre
la ley 'positiva y la justicia alcanza una medida tan insoportable que la ley debe
ceder como 'Derecho injusto' ante la justicia”. Es su fórmula: el absurdo moral
no es Derecho.
Si una norma jurídica
incurre en el absurdo moral “no les debe el pueblo ninguna obediencia y deben,
también los juristas, encontrar el valor para negarles el carácter jurídico”.
Esta fórmula serviría
años después para juzgar a los militares que desde el lado oriental del muro de
Berlín asesinaron a quienes intentaban llegar a Alemania Federal.
La
fidelidad de los jueces a la justicia
Lo anterior plantea
como inquietud ¿qué hacer con los jueces de los regímenes totalitarios, que
aplicaron Derecho injusto?
Recuérdese que los
juicios de Núremberg no se limitaron a las principales figuras del Partido Nazi
y de las SS. En total fueron doce juicios en los que se procesaron a una
pluralidad de autoridades vinculadas al régimen Nazi. Estos fueron adelantados
por Cortes militares norteamericanas.
El “juicio de los jueces”, uno de ellos, encaró a 16 abogados, entre los que se encontraban algunos miembros del Volksgerichtshof o Tribunal del pueblo, órgano nazi judicial encargado de sancionar la comisión de delitos políticos. No pudo ser juzgado en Núremberg, el más desquiciado de sus miembros: Roland Freisler, muerto en un bombardeo norteamericano en febrero de 1945. Su deceso salvó la vida del último de sus procesados, Fabian con Schlabrendorff que llegaria a ser años después Juez del Tribunal Constitucional Federal de Alemania.
Radbruch atribuyó a la
judicatura la vanguardia de la resistencia frente al Derecho injusto, debido a
que “el ethos del juez debe estar dirigido al logro de la justicia a cualquier
precio, aún el de la propia vida”. Zaffaroni, juez penal durante dos dictaduras
argentinas, está muy lejos de ese estándar, así como de Freisler. Pero fue parte de un
engranaje estatal que desaparecía personas, y en el caso de Alicia Lisso
cumplió su función de asegurarle al régimen la potestad sobre su vida. Al final
la dictadura decidió y dispuso su muerte.
Zaffarani fue un hombre
de su tiempo, ¿tiene alguna posibilidad de redención? Desde luego que sí, es
una ventaja de vivir en democracia. Ella otorga una gran cantidad de posibilidades
positivas, a tal punto que trae menos consecuencias gravosas serle infiel a la
democracia, que al totalitarismo. Un ejemplo lo constituye, el juicio de los
jueces en el que no se profirió ninguna condena a muerte.
Zaffaroni tiene derecho
como persona y como abogado a liberarse de su pasado, pero dicha labor no la
puede ejercer desde la Corte Interamericana, baluarte de la democracia en la
región. Ser uno de sus Jueces implica una dignidad que sólo puede ser ejercida
por hombres intachables, de una sola pieza, lo que Zaffaroni no ha sido en su
vida.
Como punto final,
considero que la aceptación por parte de Zaffaroni de ese nombramiento se
enlaza a una serie de contradicciones frente a las dictaduras del cono sur,
como la legitimación que les dio la OEA al no expulsarlas, o el reconocimiento
dado por la FIFA a Videla, quien organizó el Mundial de fútbol de 1978.
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