lunes, mayo 18, 2015

ALEJANDRO ORDOÑEZ NO ES NINGÚN IUSNATURALISTA

Será llover sobre mojado, como afirmar que se sube hacia arriba y se baja hacia abajo, pero tengo que decirlo: Ordoñez no es ningún iusnaturalista.

Desde hace mucho tiempo Ordoñez anda desaforado, alejado de cualquier límite jurídico. En omnipresencia sólo compite con el Fiscal, de ahí el acierto de la Revista Semana que en su última portada los llama a callarse.

Los diferentes a su pensamiento político, religioso e ideológico han sido blancos de los ataques de Ordoñez. Pese a lo anterior, debe reconocérsele cierta coherencia de sus tesis y las bases teóricas en las que se edifican. Así ningún racionalista convencido aceptaría, por ejemplo, la adopción gay, el aborto, la eutanasia y hasta la fecundación in vitro.

Sin embargo, estos últimos días rayó en lo absurdo: se contradijo respecto a los postulados iusfilosóficos que como iusnaturalista justifican sus posiciones jurídicas.

Su oposición a la decisión gubernamental de detener las fumigaciones de cultivos ilícitos con glifosato lo ha llevado a todo: a manipular informes internacionales y desconocer decisiones judiciales patrias que han probado sus efectos dañinos sobre las personas, ser indiferente al dolor de las posibles víctimas y a pasar por encima de tres exigencias de la razonabilidad práctica planteadas por John Finnis. Me explico:

En John Mitchell Finnis recae el mérito de traer al iusnaturalismo  de vuelta a los debates de Filosofía del Derecho y Teoría Jurídica, planteado eso sí, no bajo los vetustos ropajes teológicos sino con un indiscutible e indeleble corte racionalista. Como iusnaturalista, Finnis reconoce una estrecha relación entre el Derecho y la moral, cuyo contenido está representado en unos bienes básicos, que representan las formas básicas que el ser humano siempre está dispuesto a satisfacer. Ellos son “el sustrato valorativo de todos los juicios morales”.

Esos bienes básicos se presentan al hombre como “evidentes”, debido al uso tanto de la razón como la experiencia. Por tanto, cualquier hombre estaría de acuerdo con la valía de esos bienes “y por ende como que-han-de-ser-buscados y realizados en la propia acción, acción a la cual uno ya está comenzando a dirigirse por este mismo acto de comprensión práctica”.

Esos bienes son: vida, conocimiento, juego, experiencia estética, sociabilidad, razonabilidad práctica y religión. En cualquier situación real, se puede encontrar la aplicación de uno o varios de estos bienes básicos. Todo caso puede reconstruirse a partir de ellos.

De la razonabilidad práctica se derivan 9 exigencias, que vienen hacer el método que posibilita la compatibilidad de esos bienes básicos. Vale destacar dos de esas exigencias:
-       Ninguna preferencia arbitraria entre los valores: indica que la escogencias por algunos bienes básicos en especial no puede implicar una desvalorización o sobrevalorización de los bienes básicos, pues será “irrazonable si se basa en la desvalorización de cualquiera de las formas básicas de excelencia humana”.
-       Eficiencia razonable: exige que en la consecución de los objetivos, deben adoptarse medios idóneos, cursos causales apropiados. Implica valorar las consecuencias de sus decisiones, para identificar las que son apropiadas y las que no.
-       Respeto a todo valor básico en todo acto: no es plausible ningún acto que rechace, niegue o afecte uno de los valores básicos. Esos bienes son inviolables.  “La razón exige que todo valor básico sea al menos respetado en todas y cada una de las acciones”

Entorno al narcotráfico y su lucha mediante fumigaciones con glifosato giran dos bienes básicos: la vida (los narcóticos afectan a los adictos y el glifosato a quienes cultivan su materia prima) y la sociabilidad (el narcotráfico es fuente de delitos, de violaciones de muchos derechos, de corrupción, etc.).

Los informes internacionales y las decisiones judiciales demuestran una falla en la eficiencia razonable de la lucha contra las drogas al acudir al glifosato. Esto ha llevado al Gobierno Nacional a desistir de un medio que bien puede satisfacer el bien básico de la sociabilidad, pero que mancilla el de la vida.

La testaruda postura de Ordoñez en el tema implica implícitamente una preferencia arbitraria de los valores que afecta al bien básico de la vida de sobre quienes cae el glifosato. Finnis si viera esta incoherencia se santiguaría. Él resulta no siendo parte de esos hombres a quienes los bienes básicos se plantean como evidentes

Tal vez un atento crítico diría que lo anterior es prueba de que Ordoñez no actúa en Derecho sino que hace política. A ello hay que advertir que ni en ese caso se salva de ser un mal isnaturalista: el isnaturalismo vincula antes que el Derecho, y de él no se escapa ningún hombre.

También podría decirse que Ordoñez es un iusnaturalista teológico. Pues también es un mal iusnaturalista teológico.

A finales de 2015, como lo registra esta página web, participó en México en un evento organizado por el Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II –entidad que promueve el tradicionalismo hispánico bajo la batuta de un pretendiente carlista al trono español– en donde sostuvo que las derrotas que en materia de derechos de la comunidad LGTBI habían tenido quienes se oponían, se debían a que sus posiciones  “han dado desligadas de su fundamento, que es la Realeza social de Nuestro Señor Jesucristo. Han dado la batalla por la añadidura olvidando el reino de Dios y su justicia”.


Pues bien, parece que en el tema del glifosato Ordoñez está lejos del Reino de Dios y la justicia, pues ha violado con su deshonestidad intelectual el octavo mandamiento: no mentirás.

1 Comentarios:

Blogger Juan Pablo Sterling Casas dijo...

No hay un sólo iusnaturalismo profesor Duarte. Me refiero a que estructuralmente Ordóñez obedece a los lineamientos del derecho natural (validez derivada de adecuaciones morales). Hace bien usted al traer a colación a Finnis, a quien admiro profundamente (y que estará en Bucaramanga en el 2017 en el Congreso de Filosofía y Hermenéutica que organizo en la UPB) pero me parece una perogrullada comparar a Ordóñez con semejante tratadista australiano para mostrar lo cavernario del Procurador. El brillante pensamiento Finnisiano jamás estará cerca de Ordóñez, por lo que resulta desproporcionada la comparación. Ahora bien, ciñéndome a mi inicio, el iusnaturalismo del procurador es teológico, recordemos su origen tomista, sin duda en este sí calza. Saludos.

11:01 a.m.  

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