jueves, abril 14, 2016

Alejandro Ordoñez: El explosivista de la Constitución de 1991

Alejandro Ordoñez parece no tener límites. Lleva años haciendo política desde la Procuraduría General de la Nación, y su anhelo recompuesto en los últimos meses es llegar a ser Presidente de la República. Su conservadurismo sectario y recalcitrante es conocido de antaño, y ha servido de piso para un sin número de posturas que riñen con la Constitución de 1991, las mismas que han sido vencidas paulatinamente. Su negación a las libertades individuales cala poco en la sociedad colombiana, y la Corte Constitucional le ha recordado que no son pasibles dentro del sistema constitucional colombiano. Si Alejandro Ordoñez fuera un músico e interpretara los instrumentos con la misma destreza que interpreta el Derecho, no merecería ser escuchado ni en los buses urbanos. 

El son de estos días de Alejandro Ordoñez es su rechazo a la ley de restitución de tierras, que priva del sagrado derecho de propiedad a los “adquirientes de buena fe” de tierras bañadas con sangre de gente inocente y pobre. La Constitución ampara así a los ricos hacendados de los harapientos y desagradables reclamantes de tierras, que merecen misericordia divina pero no ser sujetos de derechos.  El despojo como medio de concentración de la propiedad sobre la tierra es protegida por la Constitución, enarbola Alejandro Ordoñez y todo reclamante subvierte el orden natural que privilegia a los ricos terratenientes.

Tamaña desproporción dicen algunos, hermeneuta de tres pesos lo llamarán pocos más; un golpe inexacto más a la Constitución de este malogrado personaje, expondrán otros. Personalmente creo que esta vez podría sonarle la flauta a Alejandro Ordoñez. Me explico:

La Constitución de 1991 presenta sin duda un programa axiológico en pro de la dignidad de la persona, único en la historia constitucional colombiana. A instancia de la Corte Constitucional, en especial de los dos primeros grupos de magistrados que la conformaron, han hecho de Colombia, a partir de su Carta Política, un mejor país. 

Sin embargo, en la Constitución de 1991 pueden rastrearse elementos que nos recuerdan que ella también es una carta de batalla, como lo advierte Hernando Valencia Villa, inserta en la historia patria en donde las Constituciones sirven de medio de lucha para los partidos e intereses hegemónicos de los miembros de la población civil. 

Hernando Valencia Villa, un hijo más del Estado de sitio, Doctor en Derecho por la Universidad de Yale, escribió su tesis doctoral, publicada como “Cartas de Batalla: Una crítica del constitucionalismo colombiano”, en una época en donde la Batalla Constitucional estaba en pleno vigor. Tal vez su forzado exilio le ha permitido ver mejor las cosas que pasan de Colombia, y por tanto es un convencido de que la Constitución de 1991 como parto de un “voluntad pactista” de los diferentes actores políticos y económicos del país está en riesgo ante un “reformismo autoritario y frondista”, que eliminó la expropiación sin indemnización por razones de equidad prevista inicialmente en el inciso final del artículo 58 superior y que ha propendido por la consolidación de la contrarreforma agraria aupada por el paramilitarismo. 

Sin la expropiación sin indemnización se restablece el sacrosanto derecho de propiedad privada, y con el desplazamiento forzado del campesinado se abre el campo al capitalismo financiero internacional. Ese reformismo autoritario y frondista logró armar una bomba dentro de la Constitución de 1991, lista para explotar al momento en que se quisieran alterar sus conquistas mezquinas que son norma constitucional, y sustento de la posición del Procurador.

Alejandro Ordoñez no será el primer exmagistrado de una alta Corte en ser candidato presidencial, pues Carlos Gaviria y Jaime Araujo Rentería ya lo fueron. Perdón por tan hilarante comparación, pero vale la pena mencionar que estos tres han sido herejes en materia constitucional. Pero hay que advertir que mientras Ordoñez hace magia negra –sería una especie de brujo en materia constitucional–, los otros, con sobrada calificación del maestro Carlos Gaviria, en su paso por la Corte Constitucional hicieron del Derecho un instrumento de cambio social y de garantía de derechos fundamentales –vendrían a ser magos de la estirpe de Gandalf el blanco–.

Sin embargo, la tesis de Ordoñez frente la restitución de tierras no es una más de las que ha puesto como brujo que es, sino la de un explosivista presto a detonar la bomba armada por el reformismo desconstituyente que hará explotar a la Constitución de 1991 y al país entero si es necesario.

Ojala antes que eso pase, Alejandro Ordoñez deje de ser Procurador General, se haga candidato presidencial para así hundirlo en las urnas. Todos los ciudadanos somos también defensores de la Constitución, y debemos hacer la mejor versión posible de ella.