lunes, junio 30, 2014

MI SUEÑO DE SER COMO FARYD MONDRAGÓN

Tal vez muchos se sorprendan, pero yo de niño en lo único que soñaba era en ser como Faryd Mondragón. Los tiempos de amor al ciclismo vendrían después. Y no podría ser de otra forma: vivía frente a la cancha de micro-fútbol del Barrio Miraflores y siempre fui alto para cualquier edad, por lo que mi posición en el campo de juego debía ser la de arquero.

No recuerdo muy bien cual fue ese momento que marcó un antes y un después para admirar a Mondragón, como si sucede con Santiago Botero (Lex Dux Alpes, Tour de Francia de 2002). Claro era muy pequeño, tendría 4 o 5 años pero como cuenta de mi papá “siempre pedía que lo peluquearan como Faryd Mondragón”, que viene a ser lo mismo que pasar una maquina # 2.

Desde luego su exhibición a lo largo del Mundial de 1998 está más presente. Sus lágrimas por la derrota ante Inglaterra sólo aumentaron su grandeza.

Mondragón, junto con Óscar Córdoba y Miguel Calero se rotaron la titular de Colombia por un periodo de 14 años (1993 a 2007), y cuesta creer que todos ellos salieron de la Escuela Sarmiento Lora amoldados por Carlos Portera. Tanto talento, no cabía en un mismo espacio y tiempo.

La labor más loable de Mondragón fue muchas veces cruzar medio mundo cuando atajaba en el Galsataray turco, para ser banca o de Córdoba o de Calero. Un trabajo silencioso que el tiempo ha sabido recompensar. Porque pasaron algunos otros por el arco colombiano como Zapata, Agustí Julio y “Neco” Martínez, pero al mundial tan añorado por todos los colombianos asistió uno de siempre: Faryd.

Había una gran expectativa porque él jugará al menos unos minutos en este mundial. Al margen de la marca de longevidad que podría alcanzar eso me hacía mucha ilusión, tal vez tanto como a él mismo. Por eso cuando la Selección Colombia anotó su tercer gol ante Japón y Pekerman le dio vía libre para que saliera del banco sentí una felicidad inmensa.

La mirada y el abrazo de Faryd a Pekerman cuando recibió la noticia son únicos. La ovación del Estado y el reconocimiento de sus compañeros son merecidísimos. Fueron pocos minutos, pero como dicen por ahí al que le van a dar le guardan.

En la última jugada del partido a causa de dos errores de Carlos Valdés, Faryd probablemente vio por última vez, como en miles de ocasiones en su vida, a un delantero con ganas de fusilar su arco. Confieso que pensé que no sería justo que le fueran a hacer un gol, pues lo habían dejado sólo. Pero él grande como siempre aguantó con su pierna derecha el tiro.

Todos los asistentes al Auditorio Mayor de la UNAB en donde se proyectó el partido, saltamos y gritamos de júbilo más que en ninguno de los goles de nuestra selección.

En ese instante me vinieron recuerdos de todos los momentos en que he jugado en el fútbol, que algún día se los contaré. Y ello, en medio de una gran alegría por el sueño de ser como Faryd Camilo Mondragón Ali.