La posesión de Chávez: ¿Qué el derecho no es política?!
Al
final de una de las pocas jornadas en que el Semillero Hermes estuvo en capacitación
con el maestro Laureano Gómez Serrano –en aquella oportunidad nos habló sobre
las técnicas del Derecho Comparado– mi compañero Leonardo Acosta le hizo una
pregunta, que personalmente me pareció descontextualizada pero no por ello
inoportuna: “Doctor para usted, ¿qué es el derecho?”. La respuesta de Laureano
fue corta y contundente: “Es un instrumento”.
Ella
tampoco fue una respuesta esperada. Creo que si yo le hubiera contestado eso a
mi profesor de Introducción del Derecho –que es kelseniano– en la primera clase
del Taller de la materia hubiera recibido su desaprobación. Sin embargo, lo
dicho por Laureano no me pareció extraño. Recordé que él era marxista. Sí, un
godo-marxista con todo lo que ello implica, pues no en balde llegó a abrasar la
doctrina de Enver Hoxha, un personaje que causaba escozor a los no ortodoxos
como el Doctor Alonso Carrascal.
Tampoco esa respuesta resulta aislada,
y coincide con algunos teóricos del derecho que no desprecian o estructuran sus
teorías desde una perspectiva marxista del derecho. Pero no desde la visión enarbolada
desde los Estados socialistas previos a la caída de la URSS, que pretendían algún día eliminar al derecho junto con el Estado. Habló de Manuel Atienza y Juan
Ruiz Manero –en el no desprecio– y de Duncan Kennedy desde el realismo jurídico
norteamericano.
Los profesores españoles en una interesante
introducción a un libro de Marxismo y Filosofía del Derecho, se planteaban
resolver qué quedaba del marxismo –tras su caída como sistema estatal– para la
cultura jurídica. Una de sus respuesta señala que a partir del marxismo se
comprende que el derecho "no es elemento neutral, sino un
instrumento que sirve –con relativa independencia de cuáles sean las ‘intenciones’
de quienes lo manejan– para ocultar o justificar aspectos de la realidad social”.
El profesor de Harvard, por su
parte, ha señalado que la controversia política es parte del razonamiento
jurídico, que los jueces siempre trataran de moldear los materiales jurídicos
para que sean coherentes a la ideología a la que pertenecen. Pone el dedo en la
llaga al señalar que la pretendida imparcialidad de los jueces (el malogrado
exministro Esguerra Portocarrero les hizo un llamado a ser “químicamente puros”)
no es más que una herramienta de la mala fe con la que actúan estos, para
ocultar los reales intereses que trascienden a sus decisiones. Es por ello
que "el discurso jurídico es en realidad un discurso de elección e intención
política presentado como un discurso de necesidad interpretativa".
No ha sido interés del profesor
norteamericano –ni mucho menos de los de Alicante– plantear que las decisiones
correctas son aquellas que respondan a uno u otro espectro del mundo ideológico
o político. No son adoctrinadores. Por el contrario, como reconoce Kennedy, su
interés se centra en dar herramientas para entender que razonamientos jurídicos
son de izquierda, centro o derecha.
Creo que desde esta visión del
derecho se puede entender lo que está sucediendo ahora mismo en Venezuela,
con ocasión a la inasistencia del Presidente electo Hugo Chávez Frías para
tomar posesión de su nuevo período presidencial, y a las interpretaciones que
del artículo 231 constitucional han hecho la oposición y el chavismo, que se
anclan en dos métodos hermenéuticos bien contrapuestos: la exégesis y el método
sociológico. Cada uno es utilizado según sus intereses políticos.
La oposición sostiene que la norma constitucional
es clara y no resiste interpretación diferente a lo que dice su mismo texto: la
inasistencia de Chávez constituye una falta absoluta habida cuenta de su grave estado
de salud, reconocido por el mismo Gobierno, y por tanto debe ser el Presidente
de la Asamblea Nacional quien asuma la Presidencia de la República, y
llamar a elecciones presidenciales dentro del mes siguiente. Con ello buscan
asaltar a un chavismo que no tiene la unidad de la oposición por estar dividido
en dos facciones; la civil y dogmática encabeza por Maduro, quien fue ungido
por el mismo Chávez, y la militarista y corrupta de Diosdado. Así podrían
llevar el chavismo a su límite y asumir el poder sobre Venezuela (personalmente
considero que primero se declara la dictadura). La oposición, al igual que los
burgueses franceses decimonónicos, grita “la exégesis es garantía de la libertad”.
No de otra forma pueden evitar que la constitución se interprete de un modo
flexible, diferente a su versión. Pero desde hace mucho la exégesis es despreciada;
nadie en la doctrina mundial la defiende.
El Gobierno y el Tribunal
Constitucional –que según parece, son lo mismo– se fundan en que la
interpretación de cualquier norma jurídica no puede darle la espalda a la
realidad, y que teniendo el Presidente electo una licencia médica y siendo
también reelecto, la toma de posesión es apenas un aspecto formal que no puede
sacrificar la voluntad popular, cuyo resultado debe preservarse. Con ello
tratan de ganar tiempo para que el comandante se recupere o, en caso contrario,
ajustar internamente sus intereses e ir unidos a unas elecciones con la garantía
de ganarlas, y así evitar el abismo de la dictadura.
¿Qué cuál me parece mejor? Eh... Carrara decía que no explicaba los delitos de lesa majestad (rebelión, sedición...) por ser ellos una cuestión de número: si los rebeldes eran mayoría en una sociedad, sus acciones no se podían punir. Creo que algo similar pasa con lo que se está analizando. Por ello, señor respondame
primero, ¿es usted chavista o no?