sábado, julio 25, 2015

EL ALPE DE HUEZ EN MI VIDA

Suelo recordar los momentos importantes de mi vida. Doy importancia a las cosas pequeñas, a los simbolismos que acompañan los hechos de la vida; así logro recordarlos. Sin embargo no tengo presente la primera vez que escuché de la gloria del Alpe de Huez. Tal vez ha estado ahí conmigo, desde siempre.
Mi recuerdo más extenso y antiguo sobre el ciclismo me sitúa a los 5 o 6 años de edad. Rememoro la sensación –no la imagen– de explicar a mis compañeros de colegio que en el ciclismo no sólo el primero gana sino también el segundo y el tercero, y, con la inocencia propia de un niño, contaba que como expresión de victoria el primero alza los dos brazos, el segundo solo uno y el tercero regala una mueca de alegría; que no había golpes entre los ciclistas, y que si alguno caía, a contrario del fútbol, nadie paraba la competencia por lo que había que ponerse de pie rápidamente. Repetía las enseñanzas de papá.
También están presentes mis pedalazos en el parqueadero de mi conjunto en un sonoro triciclo que monté hasta bien grandecito y que aún se conserva; o las salidas a una desaparecida pista de bicicrós en Cañaveral o a la ciclo vía que en aquella época se hacía en el anillo vial y el reto de un primo para subir la rampa del Barrio Hacienda San Juan en una bici de piñón fijo.
Ya vivía la pasión por el ciclismo de mi padre, la mejor herencia que ha podido darme. Por él supe la existencia de Alpe de Huez, lógicamente, pero no recuerdo una información precisa.
Cuando en mis vacaciones de mitad de año de 2002 pasando canales encontré la transmisión del Tour de Francia, ya sabía de ese Alpe y que Lucho Herrera había ganado allí en 1984 siendo aficionado. En ese momento empieza mi propia pasión por el ciclismo; todo de la mano de Santiago Botero.
Eran los años del Tour de Lance. Me vi las etapas con final en el Alpe de Huez de 2003 y 2004. De esta última recuerdo la gran expectativa por correrse en la modalidad de contrarreloj. La de 2006 me la perdí por estar estudiando. La de 2008 fue un deleite: victoria para Carlos Sastre, un escalador puro que lo llevaría al primer lugar hasta París.
La etapa de 2011 languideció frente al etapón que se corrió Andy Schelck el día anterior en el Galibier. El ataque de Contador rumbo al Alpe de Huez terminó en un remedo de epopeya.
El Alpe de Huez siempre da buen ciclismo, pero todas esas etapas las sentía ajenas. Ningún colombiano disputaba ni la victoria en él o el liderato. 
Esto cambió con Nairo Quintana. En 2013 y 2015 que se ha corrido en el Alpe de Huez él fue el ciclista más fuerte, el que más rápido lo ha subido. Sin embargo, la fuga siempre ha llegado.
Ayer cuando daba por definitivo la pérdida del Tour por Nairo Quintana recordé que aún quedaba el Alpe de Huez, me dije “El Tour es tan gran que si Nairo gana allí beberá la gloria a pesar que no cumpla su sueño amarillo”. 
Pinot ha sido inalcanzable. Hicieron falta dos kilómetros de subida para que Quintana lo pasara. Ha sido sin embargo una bella etapa, Nairo imponente enlazando con Winner Anacona quien demostró que no iba como ciclista-mascota de su paisano. Hinault cuando apareció Nairo en 2013 lo señaló como un ejemplo para los ciclistas franceses que no batallaban ni sufrían. Este Tour empezó de perros para Pinot y Bardet, supieron sobreponerse y ganaron las dos últimas etapas alpinas. Francia debe estar orgullosa de ellos.
En todo caso, mi corazón hoy está triste. Creía que Nairo iba a ganar este Tour. Al final se ha decidido en una etapa plana en los Países Bajos. Ningún Tour de Francia debe llamarse “montañoso” si pasa por allí.

domingo, julio 12, 2015

EL VALOR DEMOCRÁTICO DE LA SALIDA (ANTICIPADA) DE ORDOÑEZ

Alejandro Ordoñez siente pasos de animal grande. La demanda electoral que se sigue en contra de su elección está por resolverse, y no a su favor. Sus alfiles en el Consejo de Estado, que tanto han empantanado el proceso judicial van de salida, como el caso de Marco Antonio Velilla.
En una reciente entrevista con Juan Roberto Vargas, Director de Caracol Noticias, el Procurador Ordoñez se mostró delirante. Denunció un supuesto “acuerdo no escrito” entre el Gobierno Nacional y la guerrilla de las FARC para sacarlo del ente de control parapetados en una demanda presentada, entre otros, por Rodrigo Uprimny, hijo de un austrohúngaro pseudofacista, de aquellos que sostenían que “detrás de los liberales vienen los comunistas”.
Al preguntarle por las pruebas que sustentaban tamaña afirmación, Ordoñez se mostró fastidiado y a la defensiva. Para él eso no “requiere de mayor esfuerzo dialéctico”, pues Gobierno y FARC “son los beneficiarios” de su salida. La referencia a una revelación divina, que le anunciara esa mala nueva, hubiese sido más creíble.
Pues bien, creo que la salida anticipada de Alejandro Ordoñez del cargo de Procurador General de la Nación –su período se cumple el 31 de diciembre de 2016– mediando una decisión del Tribunal Supremo de lo Contencioso-Administrativo del país, trae tres aspectos positivos para la malograda democracia colombiana.
El primero es el castigo a aquella mala práctica de algunos servidores públicos de utilizar el poder institucional para obtener beneficios personales. En particular la postulación y elección de Ordoñez para su segundo período como Procurador se dio a instancia de votos de Magistrados y Congresistas que tienen familiares trabajando en la Procuraduría gracias a Ordoñez.
Las elecciones así sean corporativas, valen en una democracia por su transparencia.
Los otros dos se relacionan con la importancia y oportunidad de debatir las posturas defendidas desde la Procuraduría por Alejandro Ordoñez en escenarios democrático-electorales
A muchos Alejandro Ordoñez nos parece una persona medieval, sectaria y fanática –por utilizar términos decentes– (eso sí, no llega al nivel de hombre providencial como Álvaro Uribe). Sin embargo, no puede negarse que él es altamente coherente con lo que piensa –aunque es selectivo a la hora de ejercer la potestad disciplinaria– y en el tema de la paz, que es por el que según él lo quieren crucifica, asume posturas perfectamente posibles que coinciden con el de muchos colombianos. No hay que olvidar que las mismas fueron bandera estatal durante los ocho años del Gobierno Uribe.
Las ideas de Alejandro Ordoñez –no digo todas, pues algunas están en terreno de lo no decidible por las mayorías– deben ser parte del juego democrático, para en el mejor de los casos ser derrotadas. Alejandro Ordoñez es un hombre católico y opuesto al proceso de paz. Es lo que tiene que ofrecer en un debate democrático. Fuera de la Procuraduría no podría cortar camino para vencer sin convencer, y hacer creer que sus posturas son expresión de una institucionalidad y credo religioso.
Una salida de Ordoñez de la Procuraduría, no cortaría su voz crítica. Por el contrario, podría ser contrastada en escenarios democrático-electorales, debatida y controvertida bien sea en una campaña al Senado o inclusive a la Presidencia de la República. La voz de Ordoñez estaría en su escenario natural: la política electoral.
Durante su ejercicio como Procurador General, Ordoñez ha manipulado las normas jurídicas para revestir sus convicciones de coerción jurídica. Ha vendido sus criterios como verdad revelada por el Derecho, y ha utilizado su postura institucional para fustigar su cumplimiento. Poner a Ordoñez en el escenario que le corresponde, conlleva a excluirlo de uno que le es extraño: la institucionalidad.
Hace muchos años Alfonso López Pumarejo al inicio de su Presidencia sostenía que los colombianos tenían que poder participar en política sin encontrar como contrincante a un ministro del culto religioso aprendido de sus mayores.
Parafraseando a López Pumarejo, la salida de Alejandro Ordoñez valdría para la democracia colombiana en cuanto a que sus contradictores no tendrán temor de enfrentarse a un inquisidor cuasi-omnipresente, que ha desempeñado su cargo público como vía de su plan político